lunes, 6 de octubre de 2014

Los Nini, una plaga social

Por María Elena Balán Sainz
                                              

   En estos tiempos resulta aún más evidente la  existencia de los Nini, esos que Ni estudian Ni trabajan y se valen de cualquier medió fácil para llevar su vida de ocio.
  Muchos de ellos cuando acabaron la enseñanza obligatoria, en lugar de continuar sus estudios, en correspondencia con sus capacidades, se estancaron en sus barrios, formando grupos en las esquinas, olfateando cómo tener dinero en el bolsillo sin sudar la espalda.
  En el país se han implementado planes para atraer a esos desvinculados de la actividad estudiantil y laboral.     

  Oportunidades de cursos, ya sea de obreros calificados, de técnicos medios y hasta de enseñanza universitaria han estado a su alcance.
  Algunos fueron rescatados de ese ostracismo social, pero otros no. Dieron la espalda a las ofertas de estudio y también a las de trabajo, porque ¿cómo ellos van a devengar un salario que no cumple sus expectativas?, según argumentan.
  No analizan que sin una formación técnica, cultural no pueden ocupar una plaza en una empresa, ni pueden ser trabajadores de los sectores donde hay mayores retribuciones.
  Por eso se dedican a aquello que les ofrezca dinero fácil. Se convierten en transgresores de las leyes, igual hacen colas y revenden productos a mayor precio, que timan a las personas con promesas de conseguirle algo a cambio de dinero y luego desaparecen.
  Se van degradando poco a poco y llegan a ser individuos con una pérdida de valores in crescendo. Porque al no ocupar sus mentes en algo socialmente útil, caen en conductas reprobables.
   Algunos padres se alarman ante la negativa de los hijos a seguir estudiando o a trabajar. Ellos trataron de encaminarlos correctamente, pero algo falló, y ahora deben enfrentar la dura realidad de tener un vago en casa.
  Muchos de esos Nini  llegan a ver la vida solo en función de satisfacer su afán de vestir a la moda, beber cerveza y ron con sus similares, ostentar, aunque para hacerlo hayan tenido que caer en robo, en violencia.
  Su conducta se deteriora y son capaces lo mismo de  llevarse los cables eléctricos para quitarles el cobre, el hierro de las rejas de una edificación, los bancos de los parques, las luces y papeleras, rayar una escultura o sustraerle un trozo de mármol o metal.
  Depredador es su paso por los barrios, por la comunidad, donde son mirados como una plaga social, a la que no obstante habrá que seguir intentando ponerle coto, con la participación de todos, no solo de los agentes del orden público.  



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