miércoles, 26 de noviembre de 2014

Eso no va conmigo





Por María Elena Balán Saínz



    Hacerse de la vista gorda es sinónimo de apatía, dejadez, indolencia  y califican ese estado de pasividad ante lo mal hecho, dígase en el comportamiento en la comunidad donde vivimos, en el sitio de trabajo, de estudio, en plazas públicas, en  ómnibus o en instituciones.

   Muchos dicen. “Eso no va conmigo” y permiten que en un parque personas sin escrúpulos roben las maderas de los bancos, rompan o hurten una bombilla, echen desperdicios, tiren cigarrillos que sus propios hijos pequeños pueden llevarse luego a la boca, en fin, una serie de indisciplinas que no solo el guarda-parque debe evitar que no se cometan, sino cada uno de los ciudadanos presentes en el lugar.

   Es frecuente encontrar en avenidas y calles pinturas  hechas con aerosol que pueden resultar de mal gusto,  grotescas y poco estéticas.  Pero al parecer, nadie vio al individuo culpable de ese hecho o aunque estén presentes en ese momento, pasan de largo porque no es de su incumbencia.

  Si de ahí nos trasladamos a una parada de ómnibus algo similar puede verse. Desde aquel que junto a la novia escribe sobre los muros y pinta un corazón, en franca declaración de amor, o el otro que le da golpes al teléfono instalado allí, o para entretenerse arranca flores de las plantas sembradas alrededor.

   Pero cuando llega el autobús entonces el abordaje es traumático. Pocos se preocupan por dar prioridad a ancianos, a mujeres con niños, a personas incapacitadas. La fila se rompe y ¡sálvese quien pueda!

   Algunos de los que allí viajan llegan a su trabajo o centro de estudios y les da lo mismo tirar un papel en el piso, que ver un grifo echando agua y no cerrarlo. O que el plan deje de cumplirse, porque total, si a él o ella les pagan el salario cada mes. 
  Si la productividad es baja, que sea el jefe quien vea eso, porque no le interesa preocuparse por lo colectivo, en franca revelación de su poco sentido de pertenencia a su lugar de labor.

   En los servicios públicos de muchas instituciones hay también expresiones de esa apatía, desde la recepcionista que de mala gana, en muchas ocasiones, atiende al que llega, hasta el funcionario que contesta con monosílabos y no deja muy claras las dudas del interesado.

   Pero en muchos barrios ocurre igualmente. Existe apatía ante la escenografía de las bolsas de basura tiradas en las esquinas a la espera del carro recolector que pasa imprevisiblemente, por carencia de vehículos y falta de iniciativa de algunos que no buscan otras alternativas con el fin de mantener limpia la ciudad.

   Esto no sucede solamente en la periferia, sino también en lugares céntricos.  Es cierto que algunos roban las ruedas de los contenedores para hacer carretillas, pero también lo es que muchas veces están llenos, no los vacían y el tiempo va descomponiendo su contenido, con la consiguiente fetidez y oportunidad de alojamiento para roedores e insectos.

   Al conversar con algunos colegas sobre estos casos y valorar cómo algunas personas argumentan que les falta motivación para enfrentar esas situaciones, debido a que su mente está ocupada por otras cuestiones personales propias de los avatares diarios de la vida, consideramos que no resulta una justificación ante tales desmanes.

   La indolencia puede abrir grietas insalvables en los valores éticos y morales y convertirse en un flagelo que llegue afectar la convivencia familiar y social.


lunes, 17 de noviembre de 2014

Tengan su justo valor el centavo, el medio y la peseta




María Elena Balán Sainz





   Hay conductas que se suman a los hábitos y costumbres de algunos en la sociedad, persisten e, incluso, se incrementan de manera casi imperceptible como parte del día a día.

  Nuestro país, que debe continuar fomentando la formación de mejores valores para salvar su porvenir, requiere de la solidaridad entre sus habitantes, por eso resulta reprobable que algunos medren a costa de otros.

  Por mínimo que resulte ese hurto, es igual una transgresión eso de dar el vuelto con faltante de monedas, lo cual es un mal de algunos cajeros en tiendas de recaudación de divisas, pero también en otros servicios.

  De hecho, el consumidor sale en ocasiones doblemente afectado, porque el artículo  ha sido previamente incrementado en su precio con la llamada “multa”, o sea, el incremento puesto por dependientes a los precios oficiales.

  A la hora de cuadrar la caja, las ganancias son para quienes están detrás del mostrador cometiendo sutilmente esos delitos y quebrantando la ley, pero se van a sus casas con la cartera más abultada a costa de los clientes.

  Es recurrente la frase de “está en la lucha”, la cual traducida de ese argot popular quiere decir que está en busca de dinero, aunque para ello deba adulterar precios, “bautizar” botellas de ron o rellenarlas con bebidas de menor calidad.

  Faltando a la ética, a la honradez esa persona se vanagloria de su aparente progreso, de mostrar un estándar de vida por encima de otros.

  Aunque la mayoría de los cubanos vivimos al día, como resultado de nuestro trabajo, existen casos de quienes acumulan bienes personales en demasía  apropiándose de  lo de otros individuos y hasta de lo que pertenece al Estado.

  Es tal su afán de lucro que ya no solamente dan vuelto de menos o inflan los precios, sino que desvían artículos al mercado ilegal y falsifican documentos contables. Lo que no encuentra el cliente en la tienda, lo expenden otros fuera del local.

  Desde hace unos meses en todo el país está aplicándose la opción de pagar en las tiendas recaudadoras de divisas en pesos convertibles (CUC) o en pesos cubanos (CUP), lo cual ha sido acogido favorablemente.

  La iniciativa forma parte de las transformaciones económicas y sociales que experimenta el país y comenzó a aplicarse de manera simultánea en cada provincia cubana.

  Sin embargo, algunos clientes no salen satisfechos del establecimiento al recibir el vuelto, porque aunque pagaron con CUP le dan el vuelto en moneditas de CUC.

  ¡Vaya embrollo! Es difícil discernir cuánto recibe así con un simple golpe de vista y no son pocos los que hacen un mohín cuando ven su vuelto mermado.

  En ocasiones algunos clientes preguntan por qué no se le dan en moneda nacional, pero resulta oportuno aclarar que la cadena no dispone de fondo en CUP para realizar esta operación

  Esperamos que vaya perfeccionándose ese mecanismo, porque hasta ahora en las tiendas de divisas no se vislumbraba el final del problema del menudo.

  Y digo más, no solo en ese tipo de establecimientos, también en la oferta de otros servicios es recurrente escuchar: “Lo siento”, no tengo para darte el vuelto”.

  Por eso expresaba al inicio de este comentario que hay conductas que por cotidianas ya se suman a los hábitos y costumbres de algunos en la sociedad, y eso de darle correctamente el vuelto al cliente ha pasado de moda.

  Confiemos en que el quilo, el medio, la peseta vuelvan a reinar en su justo valor y el que compre o pague algo lo reciba como corresponde.