martes, 7 de abril de 2015

Del verso al beso, ya no hay buen trecho


Por María Elena Balán Sainz
  A Margarita le encantaba escuchar los poemas que en los recesos entre clases, en la Universidad, le recitaba aquel bardo cuya elocuencia llegó a enamorarla.
  No fue de un día para otro el paso del verso al beso, tal vez porque la espiritualidad era muy valorada, mucho más que ahora cuando casi está colapsada la supervivencia del romanticismo y  lo común  es ser directos,  rápidos, quemar etapas.
  En estos tiempos que corren los sentimientos amorosos se manifiestan de otra manera y hay chicas que hasta ven como algo cursi la lectura de un poema o el obsequio de una flor, pero igual muchos jóvenes no se sienten bien con esas manifestaciones más anticuadas, según su manera de verlas.
  Alguien nos comenta cómo por estos días de ruidos ensordecedores y no de música para nutrir neuronas, lenguaje chabacano y  relaciones sexuales sin tantos preámbulos, las frases conquistadoras y fascinantes han pasado a ser diferentes.
  Por supuesto,  todavía existen excepciones, y algunos siguen leyendo o escribiendo versos, así como notas cortas para enviar en un mensaje de correo electrónico o mediante un teléfono móvil, donde aparece el icono de un corazón.
   Todo evoluciona, lo ideal es que sea para bien y no como retroceso. No obstante,  debemos reconocer que las técnicas de seducción se han modificado con los años y resulta lógico hasta cierto punto.
  No es época de “vender listas” como se le llamaba a aquello de pasar frente a la casa de la muchacha una y otra vez, con el propósito de pillarla en la ventana o en el portal y darle a entender el interés por ella.
  Igual que las serenatas desaparecieron, el mismo derrotero tomó la ceremonia de pedir la mano, y llevar a los padres como representantes de tal acto de buenas intenciones amorosas.
   Lo que antes se consideraba una locura o una falta de respeto es hoy parte de la rutina en la vida de los jóvenes. Irse como huésped temporal a la casa del novio o la novia constituye una práctica normal.
  Ahora bien, hay progenitores sumamente despreocupados de conocer con quién se relaciona su hijo o hija, si cuentan con una relación duradera, temporal o caen en la promiscuidad  y sus consiguientes consecuencias.
  Resulta esencial, también en estos tiempos modernos, saber hacia dónde se encaminan nuestros descendientes en los derroteros del amor, aunque los símbolos para manifestarlos hayan cambiado, no así su esencia.
 Y no se trata de pensar que la generación de los adultos es mejor que la de los jóvenes actuales, cada una se adecua y asume su momento, pero resulta igualmente válido el consejo oportuno, el fomento de una ética enriquecedora de las relaciones.
  Las estructuras poéticas se han renovado y dejaron de ser poco a poco  elemento de la cotidianidad en las relaciones sentimentales.

  Ya que no hay un buen trecho del verso al beso,  y eso quizás no importe hoy, tampoco dejemos de abogar a favor del respeto, de la no violencia, y de lograr una buena convivencia en las relaciones de pareja.     

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