sábado, 14 de marzo de 2015

Juglares de estos tiempos


 

Por María Elena Balán Sainz
  La literatura, la música, las artes escénicas, la plástica, la danza, la cultura en su conjunto reflejan, cual juglares, lo que observan, viven o interpretan de la realidad  circundante.
  Quienes representan esas manifestaciones artísticas, tanto ahora como en otros tiempos, dan vida a sus textos literarios, musicales, teatrales,  o a sus lienzos y cartulinas a partir de las situaciones a las cuales se enfrentan en el día a día.
  Es verdad que a muchos no nos gustan esos lunares negros y criticamos un libro porque su autor fue descarnado al describir escenas, que sin embargo pueden resultar cotidianas. O igual nos hiere el oído la letra de canciones que desnaturalizan la moralidad femenina, por ejemplo.
  En este mundo globalizado, Cuba no está en una búrbuja de cristal, ajena a ese empadronamiento de la chabacanería, la vulgaridad a flor de piel y labios, y no solo de los jóvenes, sino también de adultos cuyo rosario de obsenidades al hablar asustarían a nuestros abuelos.
  No resulta fácil revertir la escala de valores, pero tampoco hay que cruzarse de brazos y dejar que siga creciendo el marabú como mala hierba en una sociedad donde se requiere afianzar sus horcones estructurales.
  Y dígase educación, sin que quede solamente en instrucción, porque es cierto que el índice de escolarización en la Isla es alto, con muchos de nivel medio o universitarios, pero igualmente con tendencia, muchas veces, a olvidarse del reino de las buenas maneras.
  Hay quienes señalan que el desequilibrio en las condiciones económicas influye también en el afloramiento de   cierta frustración para quien se percibe incapaz o impedido de adquirir un bien material necesario y entonces abandona el puesto laboral para el cual se capacitó y se dedica a otra cosa con mejores ingresos.
   El impacto de los años de 1990, -cuando comenzó el llamado Período Especial-, sobre un segmento de la juventud cubana trajo consigo  la consiguiente  disminución y poco desarrollo de la conciencia de igualdad, problemas en cuanto a la socialización, deterioro en los valores, así como falta de motivación para la continuación de estudios.
  Muchas familias fueron más pasivas ante actitudes transgresoras de hijos e hijas, quienes en ocasiones optaron por la deserción escolar, la búsqueda de ganancias fáciles en lo que se presentara.
  El alejamiento de las relaciones de labor productiva lleva a no valorar el trabajo de las personas, el costo de la vida y de los bienes de consumo e implanta la regla de la “ganancia fácil”.
 Ante tales situaciones, bien vale la pena recordar que la ética empieza cuando el hombre es capaz de aceptar que “no todo le da igual”.
  Logremos paso a paso, sin cerrar los ojos a la realidad circundante, que  la formación de valores sea parte del quehacer propio, de la familia y la sociedad en su conjunto.

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