lunes, 23 de marzo de 2015

Alegría multiplicada por regreso de Brigada Médica

                                    

María Elena Balán Sainz

  El cubano tiene una particular manera de ser en la que sobresale la solidaridad, la alegría que se manifiesta con una sonrisa a flor de labios y esa disposición de ver el lado positivo de lo cotidiano, aunque en ocasiones sea complicado.
   Con ese sentir partieron hacia países del África Occidental, los miembros del Contingente Henry Reeve a enfrentar la epidemia provocada por el virus del ébola, aún a sabiendas que ponían en riesgo sus vidas.
    La alegría se  multiplica ahora, tras su regreso sanos y salvos a la Patria, donde la noticia del retorno de 150  colaboradores de la salud, 98 de ellos provenientes de Sierra Leona y 52 de Liberia, las imágenes descendiendo de la escalerilla del avión con la enseña nacional enarbolada, provocaron ojos humedecidos, sonrisas reflexivas, orgullo de ser cubano 
     Quienes seguimos día a día las noticias de su desempeño en esas remotas naciones, nos sentimos doblemente felices. Fuimos testigos de las fotos y explicaciones en las redes sociales subidas por los cooperantes, sobre todo por el doctor Ronald Hernández Torres, a quien considerados ya un colega por su habilidad para sintetizarnos el quehacer cotidiano en tan riesgosa misión.     
     Pudimos observar su forma de conducirse al acatar con disciplina las reglamentaciones para el uso del traje y accesorios protectores y más que una u otra broma surgió entre ellos al mirarse con sus nombres escritos sobre las batas, como si hubieran venido de otro planeta.
   ¡Llegaron de Cuba! Welcome, se escuchaba entre los pobladores de Monrovia, capital de Liberia, al paso del ómnibus donde iba la Brigada Médica. No eran extraterrestres, sino hombres movidos por los más puros y nobles sentimientos solidarios.
    Sufrimos igualmente cuando el doctor Félix Báez Sarría, quien laboraba en Sierra Leona, contrajo el ébola, y se debatió entre la vida y la muerte. Buscábamos en cada jornada, con avidez, las informaciones sobre su evolución. Nos emocionamos con las notas intercambiadas entre él, su hijo y su esposa.
     Y mucho más cuando regresó a Cuba, ya restablecido, y manifestó su interés en reincorporarse a la tarea de la cual se retiró por esas circunstancias adversas.
    Nos entristeció conocer la muerte de dos cooperantes, no por el ébola, sino por otras enfermedades.
    No obstante, las condiciones tan riesgosas, nunca faltó el chiste oportuno cuando un momento se tornaba tenso,  el gusto por la música, la sensibilidad ética y estética, y también esa forma de compartir lo que tenían y no lo que les sobraba como características del criollo insular, dada por la liga de varias culturas, en las que predominan la española y la africana, con aderezos de chino, francés, italiano, alemán, árabe, hebreo y otras minorías étnicas.
     Resultaron hermosas lecciones de solidaridad y amistad, que en apenas cinco meses salvaron la vida de más de 400 personas en Liberia y Sierra Leona en el enfrentamiento a la epidemia del ébola.
    Escenas conmovedoras han surgido en ese bregar, fotos junto a pacientes salvados, sonrisas de agradecimiento en sus rostros, palabras de reconocimiento de las autoridades sanitarias de esas naciones y de la Organización Mundial de la Salud.
   Ahora provocan, ya en la Patria, la alegría multiplicada de sus coterráneos por su regreso, tras la misión cumplida. 

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