María Elena Balán Saínz
¿Será que la chabacanería es hereditaria? En Cuba últimamente muchos jóvenes y también adultos enarbolan los gestos y modales chabacanos como bandera de lo supuestamente moderno, sin darse cuenta de que están agrediendo ellos mismos su postura ante la sociedad.
Parafraseando la
canción Marginales punto com, del grupo Aceituna sin hueso, damos título a este
comentario que desea llamar a la reflexión sobre ese tipo de comportamiento y
acerca de algunos hábitos en el vestir y en los accesorios.
Hace unos días una
amiga, alarmada por la vulgaridad y la falta de buen gusto de un joven, me
preguntaba ¿será que la chabacanería es hereditaria? Ella basaba su apreciación
en que los padres del adolescente también se manifiestan de la misma forma.
Ambas coincidimos
en que no era un problema genético, pero sí de formación desde los primeros
años de vida. El buen gusto tiene mucho de gusto bueno; es decir: no es
espontáneo sino cultural y hay que aprenderlo.
Existen algunos
segmentos de la sociedad que consideran que están en el último grito de la moda
cuando muestran una dentadura llena de enchapes de oro o de plata, o cuando
hacen gala de su desfachatez al vestirse de forma escandalosa y manifestar su
irrespeto por las normas de convivencia social.
Hay quienes cuentan con equipos de música y a cualquier hora del día y de la noche, los conectan a todo volumen con números musicales que en lugar de recrear, hacen perder el sosiego y alarman por su contenido vulgar.
Si algún vecino se
queja, entonces viene la agresividad verbal, aunque sea una persona mayor la
que reclama tranquilidad.
La impotencia se
apodera de quienes piden a los otros que sepan comportarse en la comunidad. En
represalia, la bulla es mayor y solo queda cerrar puertas y ventanas y evadir
el ruido.
Es un problema que
debe llamar a la reflexión y no ser una preocupación de algunos que rechazan
esas manifestaciones inadecuadas de convivencia social, sino un asunto que
involucre a la comunidad y que en conjunto enfrente tales indisciplinas.
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