viernes, 19 de septiembre de 2014

Si me llaman… estoy reunido



Por María Elena Balán Sainz
  En moda se ha convertido esa frase de “Está reunido” que repiten muchas secretarias cuando alguna persona llama, urgida por consultar acerca de un trámite necesario e impostergable. La burocracia ya ha hecho suya esa burda disculpa.

  Y digo burda disculpa porque algunos de los necesitados de hablar con el jefe o la jefa son más listos que ellos y se las arreglan para averiguar con otros de la empresa o institución si es cierto que ese director, administrador o funcionario está realmente dando vida al desarrollo de un Orden del Día o resulta incierto.

  En esto se pone de manifiesto el abuso de poder, el menosprecio al problema de la otra persona, porque ni siquiera dejan que la secretaria sea intermediaria en tomar el recado y darle curso.

  Han sido tantas las reuniones a las que hemos acudido a lo largo de nuestras vidas, tanto en la comunidad donde vivimos,  o en el centro de estudios  y trabajo que quienes se escudan en eso de Estoy reunido, la consideran como frase infalible para quedarse detrás del buró y justificarse.

  Para realizar un trámite se requiere disponer de días, meses y a veces años. Son numerosas las barreras a las cuales se enfrenta el cubano si decide, por ejemplo, poner en orden los documentos acreditativos de la propiedad sobre un inmueble.


 
Las direcciones municipales de la vivienda te alistan en el primer paso, pero para seguir al segundo , tercero, cuarto, quinto, sexto y llegar a la meta posiblemente hayan transcurrido más de 12 meses.

   Entonces, cuando crees que estás a punto de tener en tus manos el expediente abierto con tu caso, resulta que la funcionaria lo ha extraviado entre sus múltiples carpetas y tienes que acudir una y otra vez porque hace tanto tiempo de aquella primera gestión de inicio del proceso y ya ni de tu nombre ni de tu cara se acuerda.

  Bueno, pero igual el jefe debe firmar para dar por concluida la gestión y entonces sale la secretaria con la susodicha frase de Está reunido.

  Y tus papeles siguen ahí, dentro de un trozo de cartulina durmiendo el sueño eterno.

  Pongo ese ejemplo por citar alguno del sector privado, pero parecido ocurre con instituciones a las cuales le ha sido designado un equipo para mejorar el desempeño de las funciones de su colectivo.

  Cuando inician el trámite el primer escollo es ese: llegar al jefe que debe autorizar. Y el encargado de la titánica tarea llama una y otra vez o se persona en el lugar y es recurrente que aparezca la secretaria diciendo que no se encuentra o en esos momentos una reunión acapara toda su atención.

  Los más listos y que pasan por alto los escrúpulos acuden con obsequios que les abran puertas, al menos las del lugar donde está la recepcionista. Luego con tal complicidad puede que lleguen a la secretaria y así, ofreciendo inocuos presenticos va acercándose a la inaccesible oficina donde casi siempre el jefe o la jefa “están reunidos”.

  Pero no todos los individuos necesitados de concluir satisfactoriamente una gestión, ni  todos los jefes y secretarias aceptan dar o recibir tales regalos. Hay que reconocerlo.

  No obstante, la cadena gravosa no se resuelve tampoco con tales muestras de honestidad, porque está casi que  instituido  como ley, eso de complejizar al máximo las gestiones a personas e instituciones.

    Y los jefes siguen ordenando a las secretarias decir Estoy reunido, y la persona necesitada vuelve una y otra vez a insistir hasta que un día logra resolver el asunto o se sume en una postura de recelar y no creer poder llegar a la meta, con un amargo sabor de resentimiento, confusión y desaliento.














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