En moda se ha
convertido esa frase de “Está reunido” que repiten muchas secretarias cuando
alguna persona llama, urgida por consultar acerca de un trámite necesario e
impostergable. La burocracia ya ha hecho suya esa burda disculpa.
Y digo burda disculpa
porque algunos de los necesitados de hablar con el jefe o la jefa son más
listos que ellos y se las arreglan para averiguar con otros de la empresa o
institución si es cierto que ese director, administrador o funcionario está
realmente dando vida al desarrollo de un Orden del Día o resulta incierto.
En esto se pone de
manifiesto el abuso de poder, el menosprecio al problema de la otra persona,
porque ni siquiera dejan que la secretaria sea intermediaria en tomar el recado
y darle curso.
Han sido tantas las
reuniones a las que hemos acudido a lo largo de nuestras vidas, tanto en la
comunidad donde vivimos, o en el centro
de estudios y trabajo que quienes se
escudan en eso de Estoy reunido, la consideran como frase infalible para
quedarse detrás del buró y justificarse.
Para realizar un
trámite se requiere disponer de días, meses y a veces años. Son numerosas las
barreras a las cuales se enfrenta el cubano si decide, por ejemplo, poner en
orden los documentos acreditativos de la propiedad sobre un inmueble.
Las direcciones municipales de la vivienda te alistan en el primer paso, pero para seguir al segundo , tercero, cuarto, quinto, sexto y llegar a la meta posiblemente hayan transcurrido más de 12 meses.
Entonces, cuando
crees que estás a punto de tener en tus manos el expediente abierto con tu
caso, resulta que la funcionaria lo ha extraviado entre sus múltiples carpetas
y tienes que acudir una y otra vez porque hace tanto tiempo de aquella primera
gestión de inicio del proceso y ya ni de tu nombre ni de tu cara se acuerda.
Bueno, pero igual el
jefe debe firmar para dar por concluida la gestión y entonces sale la
secretaria con la susodicha frase de Está reunido.
Y tus papeles siguen
ahí, dentro de un trozo de cartulina durmiendo el sueño eterno.
Pongo ese ejemplo
por citar alguno del sector privado, pero parecido ocurre con instituciones a
las cuales le ha sido designado un equipo para mejorar el desempeño de las
funciones de su colectivo.
Cuando inician el
trámite el primer escollo es ese: llegar al jefe que debe autorizar. Y el
encargado de la titánica tarea llama una y otra vez o se persona en el lugar y
es recurrente que aparezca la secretaria diciendo que no se encuentra o en esos
momentos una reunión acapara toda su atención.
Los más listos y que
pasan por alto los escrúpulos acuden con obsequios que les abran puertas, al
menos las del lugar donde está la recepcionista. Luego con tal complicidad
puede que lleguen a la secretaria y así, ofreciendo inocuos presenticos va
acercándose a la inaccesible oficina donde casi siempre el jefe o la jefa “están
reunidos”.
Pero no todos los
individuos necesitados de concluir satisfactoriamente una gestión, ni todos los jefes y secretarias aceptan dar o
recibir tales regalos. Hay que reconocerlo.
No obstante, la
cadena gravosa no se resuelve tampoco con tales muestras de honestidad, porque
está casi que instituido como ley, eso de complejizar al máximo las
gestiones a personas e instituciones.
Y los jefes siguen ordenando a las secretarias
decir Estoy reunido, y la persona necesitada vuelve una y otra vez a insistir
hasta que un día logra resolver el asunto o se sume en una postura de recelar y
no creer poder llegar a la meta, con un amargo sabor de resentimiento,
confusión y desaliento.
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